sábado, 28 de abril de 2012

Atarraya Caribe 14 Salón Regional de Artistas





“El pescador habla con la luna, habla con la playa, no tiene fortuna solo su atarraya”
El pescador - Toto La Momposina

Definir el Caribe a través de su producción no es tarea fácil, se necesita conocer el territorio, sus diferencias culturales, es partir desde la alta Guajira hasta el Urabá y su frontera con Panamá y desde la orilla del Caribe, surcar la Sierra Nevada y adentrarse en el Caribe profundo, aquel que remplaza el mar por el rio. Es necesario conversar con su gente, tan diversa como su geografía, tan creativa como sus fiestas para entender las diferencias que hay entre un vallenato y un sabanero, entre un pescador y un artesano, entre un Wayuu y un Tule. 

El Caribe es afinidad y contraste, es un punto de encuentro, donde confluyen personas provenientes de múltiples culturas, desde los nativos americanos hasta los extranjeros provenientes de Europa y Asia. Que encontraron en este paisaje tierra firme para soñar y sembrar sus raíces, desde hace más de tres generaciones. La región se convirtió en el imán que fue atrayendo gente desde diferentes confines y que se fueron ubicando en su vasta extensión, el Caribe colombiano cuenta dentro de sí mismo con trayectos de más de ocho horas, entre sus ciudades principales, configura una región de gran tamaño, de geografía fácil en sus sabanas y complejas en su sierras y serranías, abruptas en su encuentro con el mar y paradisiacas en sus playas. Contrastes naturales que sumados al clima y la procedencia de sus habitantes, alberga diversas culturas y manifestaciones que conforman un patrimonio rico y variado.

Podemos hablar de un Caribe urbano afincado en sus ciudades y representado por esa cultura citadina llena de un sincretismo de nativos, inmigrantes y colonos que se establecieron en las ciudades emergentes del siglo XIX, configurando un circuito de capitales urbanas entre los departamentos y que se convierten en el eje de la economía local y el flujo de personas y bienes. Un Caribe rural también está presente a través de una cultura local que se ha mantenido en sus costumbres y tradiciones, que ha definido unas maneras de hablar y de vivir y que se ve reflejado en sus ritos cotidianos, pero que cada vez están más influenciados por la transculturación y la permeabilidad de otras culturas presentes en el territorio, ya sea por la migración o la penetración de los medios de comunicación.

El Caribe es múltiple, y existen, múltiples Caribes conectados entre sí, el proyecto expositivo Atarraya 14 Salón Regional de Artistas, alude a la noción de red, de conectividad, de interrelación, de intercepción, de extensión, de localización- deslocalización, de territorio, desterritorio y de punto de encuentro; se plantea como un espacio múltiple donde confluyen varias miradas y manifestaciones artísticas, partiendo desde el concepto de que es posible visibilizar múltiples caribes y que el Caribe es un espacio de creación heterogéneo, entendiendo este término como aquello que está compuesto de partes de distintas naturalezas; por tanto, la presente curaduría ha indagado las conexiones o puntos in between entre los artistas y creadores de la región Caribe, buscando una interconexión entre estos procesos que muchas veces son comunes entre ellos y en otras donde no lo son, pretende proponer varios elementos buscando encontrar aspectos importantes que se anuden respetando el principio de que no son idénticos.

La exposición del 14 Salón Regional de Artistas busca generar acercamientos de diferentes procesos de creación que hagan visible a partir de diversos medios y técnicas, pero en un solo lenguaje, el Caribe colombiano como un espacio total y múltiple, creando puentes entre diferentes elementos visuales y culturales. La metáfora de la Atarraya se teje alrededor de 3 ejes de exhibición, buscando orientar la visualización de diversas situaciones que generan conexiones-relaciones entre sí.

El Caribe como una historia común, donde los procesos artísticos y socioculturales confluyen en una mirada que configura la “ciudad Caribe”, definiéndola como una esfera de acopio mutuo, que define y redefine la condición conectiva-colectiva-relacional del “ser caribeño”, señalando esta condición como el punto de encuentro, ese que difumina límites geográficos, políticos, tecnológicos y nos inserta en un punto. El trabajo de artistas como Osby Cujia (Valledupar, 1972) que desde su obra pictórica “La piel del Caribe” nos propone descubrir ese color que define una etnia propia, pero que va más allá de lo etnográfico, haciendo latente la presencia del color y de lo pictórico en una obra fuerte y madura que ha venido consolidando un estilo propio desde la abstracción. El color como lenguaje está presente en el paisaje caribeño, la radiación de luz es mayor y la percepción del color es más amplia, lo que le permite al artista ampliar su paleta.  El color es también el elemento fundamental en la obra de Omar Mizar (Soledad, Atlántico, 1950) quien a través del color y la línea configura, peces y formas que habitan en su mundo personal abigarrado de colores y formas geométricas, que se repiten en permutaciones infinitas, a manera de un caleidoscopio.

Dentro de lo pictórico, también se destaca el trabajo de los artistas Mauricio Zequeda (Bogota, 1972) y Ronald Prado (Valledupar, 1983) que unen su talento en una intervención in situ, un proyecto de dibujo y pintura a cuatro manos titulado “Pandora” en el espacio expositivo se intervienen las paredes con la obra pictórica, que se genera a partir de los textos o imágenes que el público deposita en una pequeña caja que los artistas abren aludiendo al mito griego de Pandora, y de la cual no se sabe que puede resultar de la representación que los artistas hacen de esos conceptos de terceros.

El Caribe rural, aquel que es productivo desde la ganadería y la agricultura, que se cierne entre la productividad y la violencia, se ve representado en la obra de José Luis Quesseps (Sincelejo, Sucre 1947), titulada “Cowlombia”  alusión clara a uno de los pilares de la región del Sinu, que es la ganadería. El artista elabora la pieza con el excremento de las vacas, fusisonando el nombre de Colombia con la palabra inglesa Cow. Complementa esta visión rural la obra de la artista Viviana Covelli (Santa Marta, Magdalena. 1981) que recrea una vivienda de la población de Tres Esquinas (Ariguani, Magdalena) región de resguardo indígena de la etnia Chimila y donde los habitantes se apropian de las revistas de catálogos de ventas para adornar su vivienda y ponerle color y belleza a su entorno, la metáfora es bastante irónica pues se exalta el consumismo y la globalización en contraste con la pobreza del entorno y las limitantes económicas para acceder a una mejor forma de vida. Complementan estas visiones del Caribe rural las fotografías de Eduardo Fuentes (Guajira Colombo-Venezolana, 1973) tituladas “Wayuu de Carne y Hueso” donde documenta la vida en las rancherías de la Alta Guajira, con una visión personal desde adentro como miembro de esta comunidad.

Lina Marcela Espinoza (Cartagena, Bolívar. 1981), alude al pasado precolombino, del Caribe a través de figuras zoomorfas en material textil y de vivos colores con su obra “Precolombian Art Toy” donde asume la iconografía precolombina como elemento primordial de diseño de sus muñecos de felpa, que se instalan en un espacio a manera de esculturas blandas donde el público, especialmente los niños puede interactuar con ellas.

Por su parte el Colectivo Aguante (Gamarra, Cesar. 2010-2011) nos centra en la problemática del cambio climático y como esta ha empezado a generar inundaciones en diferentes partes de la región, el manejo de los recursos naturales y su efecto sobre el planeta se ve en la esfera local en los objetos y fotografías que dan testimonio del problema además de la reiteración en el mismo nombre del colectivo “Aguante”, estrategias de resistencia frente a los desastres naturales. El tema del invierno y sus consecuencias es tratado desde una perspectiva urbana por Yussy Pupo (Barranquilla, 1987) quien en su registro de acción simula navegar (tirando una canoa con su fuerza personal) por unas calles especificas de la ciudad de Barranquilla, que en época de lluvias se convierten “Arroyos”, haciendo una alusión permanente en verano de esta problemática que aqueja a la ciudad de Barranquilla, y que sus habitantes asumen como parte de su entorno natural.

La obra “La Especialidad de la Casa” del artista Rafael Gómez-Barros (Santa Marta, Magdalena. 1974), es una gran instalación, que utiliza espejos y cucharas de metal que conforman una brillante superficie que captura la imagen del espectador a medida que éste se aproxima. La forma y el reflejo del espectador en el espejo y en las superficies cóncavas y convexas de las cucharas transforman la percepción del espacio, el reflejo de nosotros mismos en cientos de cucharas vacías que parecen reclamar, con hambre algún contenido, nos alude a esta problemática, que nos reafirma la pobreza de ciertas partes del Caribe, donde las necesidades básicas aun no están resueltas.

El Caribe como una identidad individual, desde su diversa geografía se puede entender como ese espacio que es mar, litoral, área continental, área insular, además de enriquecerse por las historias y vivencias que se tejen alrededor del rio, siendo ante todo, un espacio de encuentros, y de interconexiones no solo entre personas, sino entre discursos y comportamientos culturales que han enriquecido el ser Caribe; pero en estas multiplicidades de lenguajes se construyen discursos a nivel individual a través de las experiencias y las relaciones con el otro, de esta forma se pueden observar ciertas realidades que parten de esa experiencia sensible individual de los artistas con su geografía y con los aconteceres culturales, las cuales generan lenguajes muy personales que cuentan historias propias de un lugar pero que a su vez pueden anudarse con otras realidades individuales y son estas conexiones las que nos permite hablar de un ser Caribe.

El Colectivo Agua fuerte (Montería, Córdoba. 2010-2011) con su instalación “Adiós río que tanto bien nos hiciste”, con sus maletas con estructuras de jaulas, relata historias que han acompañado al ser ribereño, desde su infancia hasta su edad adulta, tal vez intentando atrapar esas individualidades múltiples, o más bien invitando al espectador a que de esa multiplicidad escoja cual es la realidad que más le ha marcado como intentando decir la realidad es lo que tú quieras que sea, decide tu.  Por su parte Eduardo Butrón (Magangue, Bolívar. 1963) con su instalaciones a manera de “Trasmallos”, nos cuenta historias que se tejen desde el río, un gran trasmallo que evoca a la pesca base de la economía de un pueblo, pero que a su vez es la base fundamental del alimento de un sector, pero al realizarlo de forma artesanal con material reciclable extraído del mismo rio, nos habla como un pueblo ha dado la espalda al generador de su economía y vida, invitando al espectador a pensar sobre la responsabilidad ambiental.

Esteban Torres (Ciénaga, Magdalena. 1987) desde su cotidianidad y vivencia con el Caribe litoral presenta una serie de tres fotografías tituladas “Reflejos y otros amores”, donde captura no la imagen de los cuerpos sino los reflejos de ellos sobre el agua que reposa después de la lluvia; a través de la imagen reflejada, nos cuenta historias cotidianas, el transeúnte que pasa, el hombre que observa o simplemente la niña que limpia como tratando de llevarse todo lo que había en un lugar, hace pensar sobre el diario vivir y de cómo nuestras vidas pueden ser observadas a través del reflejo, mientras que Manuel Páez – Bocese, (San Andrés Islas, 1974) a través de su obra “Réflex”, nos cuenta historias de ese Caribe Insular que muchas veces está lejos para algunos, pero en sus reflejos o imágenes alteradas por el agua, recuerda que la experiencia con el mar se torna sensible y que en estos eventos encontramos puntos de encuentros entre lo insular, lo litoral y lo fluvial, como es el mirar al otro a través no de un espejo sino del agua que distorsiona la imagen como un lente.

El Caribe como una conexión entre lo global y lo local, definido como un lugar interconectado entre sí y con su alrededor, donde los discursos mantienen en contacto a la región con una cotidianidad simultanea y particular, pero no aislada de los escenarios globales, la obra de Jhon Quintero (Santa Marta, Magdalena. 1971), alude a los posibles problemas de seguridad alimentaria frente a la opción de algunos países de América de sacrificar parte de la producción nacional de yuca como alimento, para convertir esa raíz en etanol y procesarla en unas fábricas establecidas con capital chino y europeo, la yuca como símbolo de la región y su cultivo para el no consumo, evidencian los cambios a los cuales la economía puede presionar a nuestro región. El activismo por parte de los artistas, es lo que motiva al Colectivo En construcción (Barranquilla, Atlántico 2011) a plantear su acción plástica de intervención en el espacio público “Paro de Artistas”, donde se pone en cuestión que tanto afecta a la economía el que los artistas hagan un paro, si bien ellos hacen parte de la población económicamente activa, como inciden en la sociedad esta parálisis de la producción de arte, el colectivo dirigido por Juan Carlos Dávila, se propone desarrollar en la práctica esta acción para medir efectivamente esas consecuencias.  Partiendo de esta idea y teniendo en cuenta que la región ha ido incrementando su nivel de conectividad, los conceptos de identidad se abren espacio entre  canales alternativos que permiten una participación y visibilidad dentro y fuera de los límites geográficos, todo bajo el uso de códigos comunes que borran la frontera entre la presencia y la virtualidad. De esta forma, artistas como el Colectivo El Octavo Plástico (Cartagena, Bolívar. 2011) exploran dentro de esta inquietud sonora del Caribe traduciéndola en dibujos y audios que circulan en la red, dando testimonio de una exploración plástica a través de nuevas tecnologías.

Las nuevas tecnologías y en especial las redes sociales son el escenario de la obra de Milagros Rodríguez - Mila (Barranquilla, 1985), quien con su obra “Polizonte”, crea en las redes sociales un personaje de ficción que cobra vida e interactúa en tiempo real con el público a través de facebook y twitter, evidenciando el uso de las nuevas tecnologías como una herramienta de comunicación y activismo artístico.

El Caribe es su devenir permanente se convierte en un espacio de transito, por donde circulan personas y objetos, estos son el interés de estudio de José Olano (Cartagena, Bolívar. 1985) quien se dedica a la observación del entorno y realiza por el Caribe, en busca de “Eventos Artísticos” o acciones cotidianas con un contenido plástico y/o estético, que el artista documenta en fotografía y video y luego exhibe en la sala de exposición, como evidencia de la riqueza plástica de nuestro territorio, por medio de un impreso invita al público a registrar y documentar esos eventos que están presentes en nuestra realidad cotidiana y que transformados por el artista adquieren una carga estética.

Atarraya hace un recorrido por el Caribe a través de sus artistas y presenta una instantánea del acontecer plástico de la región, donde alcanzamos a vislumbrar visiones y expresiones de nuestra identidad Caribe, de lo que nos define como caribeños y los conceptos que del contexto salen y afectan la producción de artistas y creadores en la región. A través de las obras de arte, performances, intervenciones, objetos y videos podemos definir como el arte del Caribe se orienta hacia nuevos lenguajes como el internet y las redes sociales, mantiene un especial interés por las producción audiovisual especialmente en el performance y la acción plástica, complementado por una escultura contemporánea donde los artistas se lanzan a la instalación y la intervención en el espacio, publico y museal, asumiendo lenguajes contemporáneos que van más allá del objeto ya hecho o transformado, para interactuar con el público espectador y el entorno urbano de sus ciudades.  La pictórico como expresión plástica se mantiene vigente y la presencia de pintores en la región es abundante, algunos con mayor formación que otros pero todos con impresionante talento que permite que en la región se sostenga esta tradición, basada principalmente en la abstracción y el uso de una paleta de colores intensos. La fotografía emerge en el escenario reciente como un medio muy dinámico donde jóvenes artistas asumen el lenguaje de la imagen digital para registrar un entorno Caribe que se mantiene intacto. Y donde confluyen muchos elementos que enriquecen nuestra región, un Caribe intenso, vasto y colorido que se muestra a sí mismo a través de sus artistas y de las imágenes que estos producen como postales perennes de nuestra identidad.

Javier Mejia
Director Grupo Curatorial Atarraya
14 Salones Regionales de Artistas
Santa Marta, junio de 2012

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