“El
pescador habla con la luna, habla con la playa, no tiene fortuna solo su atarraya”
El pescador - Toto La Momposina
Definir el Caribe a través de su
producción no es tarea fácil, se necesita conocer el territorio, sus
diferencias culturales, es partir desde la alta Guajira hasta el Urabá y su
frontera con Panamá y desde la orilla del Caribe, surcar la Sierra Nevada y
adentrarse en el Caribe profundo, aquel que remplaza el mar por el rio. Es
necesario conversar con su gente, tan diversa como su geografía, tan creativa
como sus fiestas para entender las diferencias que hay entre un vallenato y un
sabanero, entre un pescador y un artesano, entre un Wayuu y un Tule.
El Caribe es afinidad y contraste, es un
punto de encuentro, donde confluyen personas provenientes de múltiples
culturas, desde los nativos americanos hasta los extranjeros provenientes de
Europa y Asia. Que encontraron en este paisaje tierra firme para soñar y
sembrar sus raíces, desde hace más de tres generaciones. La región se convirtió
en el imán que fue atrayendo gente desde diferentes confines y que se fueron
ubicando en su vasta extensión, el Caribe colombiano cuenta dentro de sí mismo
con trayectos de más de ocho horas, entre sus ciudades principales, configura
una región de gran tamaño, de geografía fácil en sus sabanas y complejas en su
sierras y serranías, abruptas en su encuentro con el mar y paradisiacas en sus
playas. Contrastes naturales que sumados al clima y la procedencia de sus
habitantes, alberga diversas culturas y manifestaciones que conforman un patrimonio
rico y variado.
Podemos hablar de un Caribe urbano
afincado en sus ciudades y representado por esa cultura citadina llena de un
sincretismo de nativos, inmigrantes y colonos que se establecieron en las
ciudades emergentes del siglo XIX, configurando un circuito de capitales
urbanas entre los departamentos y que se convierten en el eje de la economía
local y el flujo de personas y bienes. Un Caribe rural también está presente a
través de una cultura local que se ha mantenido en sus costumbres y tradiciones,
que ha definido unas maneras de hablar y de vivir y que se ve reflejado en sus
ritos cotidianos, pero que cada vez están más influenciados por la
transculturación y la permeabilidad de otras culturas presentes en el
territorio, ya sea por la migración o la penetración de los medios de
comunicación.
El Caribe es múltiple, y existen,
múltiples Caribes conectados entre sí, el proyecto expositivo Atarraya 14 Salón
Regional de Artistas, alude a la noción
de red, de conectividad, de interrelación, de intercepción, de extensión, de
localización- deslocalización, de territorio, desterritorio y de punto de
encuentro; se plantea como un espacio
múltiple donde confluyen varias miradas y manifestaciones artísticas, partiendo
desde el concepto
de que es posible visibilizar múltiples caribes y que el Caribe es un espacio
de creación heterogéneo, entendiendo este término como aquello
que está compuesto de partes de distintas naturalezas; por tanto,
la presente curaduría ha
indagado las conexiones o puntos in
between entre los artistas y creadores de la región Caribe, buscando una interconexión
entre estos procesos que muchas veces son comunes entre ellos y en otras donde
no lo son, pretende proponer varios elementos buscando encontrar aspectos
importantes que se anuden respetando el principio de que no son idénticos.
La exposición
del 14 Salón Regional de Artistas busca generar acercamientos de diferentes
procesos de creación que hagan visible a partir de diversos medios y técnicas,
pero en un solo lenguaje, el Caribe colombiano como un espacio total y múltiple,
creando puentes entre diferentes elementos visuales y culturales. La metáfora
de la Atarraya se teje alrededor de 3 ejes de exhibición, buscando orientar la visualización de
diversas situaciones que generan conexiones-relaciones entre sí.
El Caribe como una historia común, donde
los procesos artísticos y socioculturales confluyen en una mirada que configura
la “ciudad Caribe”, definiéndola como una esfera de acopio mutuo, que define y
redefine la condición conectiva-colectiva-relacional del “ser caribeño”,
señalando esta condición como el punto de encuentro, ese que difumina límites
geográficos, políticos, tecnológicos y nos inserta en un punto. El trabajo de artistas
como Osby
Cujia (Valledupar, 1972) que desde su obra pictórica “La piel del
Caribe” nos propone descubrir ese color que define una etnia propia, pero que
va más allá de lo etnográfico, haciendo latente la presencia del color y de lo pictórico
en una obra fuerte y madura que ha venido consolidando un estilo propio desde
la abstracción. El color como lenguaje está presente en el paisaje caribeño, la
radiación de luz es mayor y la percepción del color es más amplia, lo que le
permite al artista ampliar su paleta. El color es también el elemento fundamental en la obra de Omar
Mizar (Soledad, Atlántico, 1950) quien a través del color y la línea
configura, peces y formas que habitan en su mundo personal abigarrado de colores
y formas geométricas, que se repiten en permutaciones infinitas, a manera de un
caleidoscopio.
Dentro de
lo pictórico, también se destaca el trabajo de los artistas Mauricio
Zequeda (Bogota, 1972) y Ronald Prado (Valledupar, 1983) que
unen su talento en una intervención in
situ, un proyecto de dibujo y pintura a cuatro manos titulado “Pandora” en
el espacio expositivo se intervienen las paredes con la obra pictórica, que se
genera a partir de los textos o imágenes que el público deposita en una pequeña
caja que los artistas abren aludiendo al mito griego de Pandora, y de la cual
no se sabe que puede resultar de la representación que los artistas hacen de
esos conceptos de terceros.
El Caribe
rural, aquel que es productivo desde la ganadería y la agricultura, que se
cierne entre la productividad y la violencia, se ve representado en la obra de José
Luis Quesseps (Sincelejo, Sucre 1947), titulada “Cowlombia” alusión
clara a uno de los pilares de la región del Sinu, que es la ganadería. El
artista elabora la pieza con el excremento de las vacas, fusisonando el nombre
de Colombia con la palabra inglesa Cow.
Complementa esta visión rural la obra de la artista Viviana Covelli (Santa
Marta, Magdalena. 1981) que recrea una vivienda de la población de Tres
Esquinas (Ariguani, Magdalena) región de resguardo indígena de la etnia Chimila
y donde los habitantes se apropian de las revistas de catálogos de ventas para
adornar su vivienda y ponerle color y belleza a su entorno, la metáfora es bastante
irónica pues se exalta el consumismo y la globalización en contraste con la
pobreza del entorno y las limitantes económicas para acceder a una mejor forma
de vida. Complementan estas visiones del Caribe rural las fotografías de Eduardo
Fuentes (Guajira Colombo-Venezolana, 1973) tituladas “Wayuu de Carne y
Hueso” donde documenta la vida en las rancherías de la Alta Guajira, con una
visión personal desde adentro como miembro de esta comunidad.
Lina
Marcela Espinoza (Cartagena, Bolívar. 1981), alude al pasado
precolombino, del Caribe a través de figuras zoomorfas en material textil y de
vivos colores con su obra “Precolombian Art Toy” donde asume la iconografía
precolombina como elemento primordial de diseño de sus muñecos de felpa, que se
instalan en un espacio a manera de esculturas blandas donde el público,
especialmente los niños puede interactuar con ellas.
Por su
parte el Colectivo Aguante (Gamarra, Cesar. 2010-2011) nos centra en la
problemática del cambio climático y como esta ha empezado a generar
inundaciones en diferentes partes de la región, el manejo de los recursos
naturales y su efecto sobre el planeta se ve en la esfera local en los objetos
y fotografías que dan testimonio del problema además de la reiteración en el
mismo nombre del colectivo “Aguante”, estrategias de resistencia frente a los
desastres naturales. El tema del invierno y sus consecuencias es tratado desde
una perspectiva urbana por Yussy Pupo (Barranquilla, 1987)
quien en su registro de acción simula navegar (tirando una canoa con su fuerza
personal) por unas calles especificas de la ciudad de Barranquilla, que en
época de lluvias se convierten “Arroyos”, haciendo una alusión permanente en
verano de esta problemática que aqueja a la ciudad de Barranquilla, y que sus
habitantes asumen como parte de su entorno natural.
La obra “La
Especialidad de la Casa” del artista Rafael Gómez-Barros (Santa Marta,
Magdalena. 1974), es una gran instalación, que utiliza espejos y cucharas de
metal que conforman una brillante superficie que captura la imagen del
espectador a medida que éste se aproxima. La forma y el reflejo del espectador
en el espejo y en las superficies cóncavas y convexas de las cucharas transforman
la percepción del espacio, el reflejo de nosotros mismos en cientos de cucharas
vacías que parecen reclamar, con hambre algún contenido, nos alude a esta
problemática, que nos reafirma la pobreza de ciertas partes del Caribe, donde
las necesidades básicas aun no están resueltas.
El Caribe como
una identidad individual, desde su diversa geografía se puede entender
como ese espacio que es mar, litoral, área continental, área insular, además de
enriquecerse por las historias y vivencias que se tejen alrededor del rio,
siendo ante todo, un espacio de encuentros, y de interconexiones no solo entre
personas, sino entre discursos y comportamientos culturales que han enriquecido
el ser Caribe; pero en estas multiplicidades de lenguajes se construyen discursos a nivel individual a través de
las experiencias y las relaciones con el otro, de esta forma se pueden observar
ciertas realidades que parten de esa experiencia sensible individual de los
artistas con su geografía y con los aconteceres culturales, las cuales generan
lenguajes muy personales que cuentan historias propias de un lugar pero que a
su vez pueden anudarse con otras realidades individuales y son estas conexiones
las que nos permite hablar de un ser Caribe.
El Colectivo Agua
fuerte (Montería, Córdoba. 2010-2011) con su
instalación “Adiós río que tanto bien nos hiciste”, con sus maletas con
estructuras de jaulas, relata historias que han acompañado al ser ribereño,
desde su infancia hasta su edad adulta, tal vez intentando atrapar esas
individualidades múltiples, o más bien invitando al espectador a que de esa
multiplicidad escoja cual es la realidad que más le ha marcado como intentando
decir la realidad es lo que tú quieras que sea, decide tu. Por su parte Eduardo Butrón (Magangue, Bolívar. 1963) con su
instalaciones a manera de “Trasmallos”, nos cuenta historias que se tejen desde
el río, un gran trasmallo que evoca a la pesca base de la economía de un
pueblo, pero que a su vez es la base fundamental del alimento de un sector,
pero al realizarlo de forma artesanal con material reciclable extraído del
mismo rio, nos habla como un pueblo ha dado la espalda al generador de su
economía y vida, invitando al espectador a pensar sobre la responsabilidad ambiental.
Esteban Torres (Ciénaga, Magdalena. 1987) desde su
cotidianidad y vivencia con el Caribe litoral presenta una serie de tres
fotografías tituladas “Reflejos y otros amores”, donde captura no la imagen de
los cuerpos sino los reflejos de ellos sobre el agua que reposa después de la lluvia;
a través de la imagen reflejada, nos cuenta historias cotidianas, el transeúnte
que pasa, el hombre que observa o simplemente la niña que limpia como tratando
de llevarse todo lo que había en un lugar, hace pensar sobre el diario vivir y
de cómo nuestras vidas pueden ser observadas a través del reflejo, mientras que
Manuel
Páez – Bocese, (San Andrés Islas,
1974) a través de su obra “Réflex”, nos cuenta historias de ese Caribe Insular
que muchas veces está lejos para algunos, pero en sus reflejos o imágenes
alteradas por el agua, recuerda que la experiencia con el mar se torna sensible
y que en estos eventos encontramos puntos de encuentros entre lo insular, lo
litoral y lo fluvial, como es el mirar al otro a través no de un espejo sino
del agua que distorsiona la imagen como un lente.
El Caribe como una conexión entre lo
global y lo local, definido
como un lugar interconectado entre sí y con su alrededor, donde los discursos mantienen en
contacto a la región con una cotidianidad simultanea y particular, pero no aislada
de los escenarios globales, la obra de Jhon Quintero (Santa Marta,
Magdalena. 1971), alude a los posibles problemas de seguridad alimentaria
frente a la opción de algunos
países de América de sacrificar parte de la
producción nacional de yuca como alimento, para convertir esa raíz en etanol y procesarla en unas fábricas establecidas con capital
chino y europeo, la yuca como símbolo de la región y su cultivo para el no consumo,
evidencian los cambios a los cuales la economía puede presionar a nuestro
región. El activismo por parte de los artistas, es lo que motiva al Colectivo
En construcción (Barranquilla, Atlántico 2011) a plantear su acción
plástica de intervención en el espacio público “Paro de Artistas”, donde se
pone en cuestión que tanto afecta a la economía el que los artistas hagan un
paro, si bien ellos hacen parte de la población económicamente activa, como
inciden en la sociedad esta parálisis de la producción de arte, el colectivo
dirigido por Juan Carlos Dávila, se propone desarrollar en la práctica esta
acción para medir efectivamente esas consecuencias. Partiendo de esta idea y teniendo en cuenta que la región ha
ido incrementando su nivel de conectividad, los conceptos de identidad se abren
espacio entre canales alternativos
que permiten una participación y visibilidad dentro y fuera de los límites
geográficos, todo bajo el uso de códigos comunes que borran la frontera entre
la presencia y la virtualidad. De esta forma, artistas como el Colectivo
El Octavo Plástico (Cartagena, Bolívar. 2011) exploran dentro de esta
inquietud sonora del Caribe traduciéndola en dibujos y audios que circulan en
la red, dando testimonio de una exploración plástica a través de nuevas
tecnologías.
Las nuevas
tecnologías y en especial las redes sociales son el escenario de la obra de Milagros
Rodríguez - Mila (Barranquilla, 1985), quien con su obra “Polizonte”,
crea en las redes sociales un personaje de ficción que cobra vida e interactúa
en tiempo real con el público a través de facebook y twitter, evidenciando el
uso de las nuevas tecnologías como una herramienta de comunicación y activismo
artístico.
El Caribe es
su devenir permanente se convierte en un espacio de transito, por donde
circulan personas y objetos, estos son el interés de estudio de José
Olano (Cartagena, Bolívar. 1985) quien se dedica a la observación del
entorno y realiza por el Caribe, en busca de “Eventos Artísticos” o acciones
cotidianas con un contenido plástico y/o estético, que el artista documenta en
fotografía y video y luego exhibe en la sala de exposición, como evidencia de
la riqueza plástica de nuestro territorio, por medio de un impreso invita al
público a registrar y documentar esos eventos que están presentes en nuestra
realidad cotidiana y que transformados por el artista adquieren una carga
estética.
Atarraya hace
un recorrido por el Caribe a través de sus artistas y presenta una instantánea
del acontecer plástico de la región, donde alcanzamos a vislumbrar visiones y
expresiones de nuestra identidad Caribe, de lo que nos define como caribeños y
los conceptos que del contexto salen y afectan la producción de artistas y
creadores en la región. A través de las obras de arte, performances,
intervenciones, objetos y videos podemos definir como el arte del Caribe se
orienta hacia nuevos lenguajes como el internet y las redes sociales, mantiene
un especial interés por las producción audiovisual especialmente en el
performance y la acción plástica, complementado por una escultura contemporánea
donde los artistas se lanzan a la instalación y la intervención en el espacio,
publico y museal, asumiendo lenguajes contemporáneos que van más allá del
objeto ya hecho o transformado, para interactuar con el público espectador y el
entorno urbano de sus ciudades. La
pictórico como expresión plástica se mantiene vigente y la presencia de
pintores en la región es abundante, algunos con mayor formación que otros pero
todos con impresionante talento que permite que en la región se sostenga esta
tradición, basada principalmente en la abstracción y el uso de una paleta de
colores intensos. La fotografía emerge en el escenario reciente como un medio
muy dinámico donde jóvenes artistas asumen el lenguaje de la imagen digital
para registrar un entorno Caribe que se mantiene intacto. Y donde confluyen
muchos elementos que enriquecen nuestra región, un Caribe intenso, vasto y
colorido que se muestra a sí mismo a través de sus artistas y de las imágenes
que estos producen como postales perennes de nuestra identidad.
Javier Mejia
Director Grupo Curatorial Atarraya
14 Salones Regionales de Artistas
Santa Marta, junio de 2012